domingo, 7 de agosto de 2016

Perdiendo el norte educativo

La semana pasada se aprobó el Real Decreto que finalmente establece las famosas "reválidas" en España. Escribo la palabra entrecomillada porque ni es el nombre oficial, ni significan que por suspenderlas hayas suspendido la ESO o el Bachillerato. Simplemente, y no es poco, son requisito sine qua non para obtener la titulación, por lo que si no se superan, habrá que volver a realizar la prueba correspondiente (en 4º de la ESO o en 2º de Bachillerato). Al parecer habrá varias convocatorias anuales (una en junio, otra en septiembre y otra probablemente en enero). Pero no aprobarlas no significa que tus estudios de ESO o de Bachillerato desaparezcan instantáneamente. 

Las voces críticas desde el mundo docente no han tardado en dejarse oír. No voy a entrar a valorar si con más o menos razón, pero sí que voy a hacer mi propia valoración del tema incluso aunque su particular relación con el deporte en general y con el baloncesto en particular sea un poco forzada.

Cuando entramos en cualquier debate educativo, el modelo finlandés suele ser el ejemplo a seguir. Al menos uno de ellos. Como mínimo en el top 3 de sistemas a imitar diría yo que está. Pero resulta que no mucha gente se pregunta por el acceso a la Universidad que se sigue en este país en concreto.

Sí que es cierto que ha salido en varios medios que el acceso a la carrera docente es muy complicada... y efectivamente lo es. No solamente hay que tener un buen expediente, sino justificar el haber participado en una ONG o similar durante unos años para comprobar que tienes un gran compromiso social. Y después está la entrevista personal, claro, aparte de la prueba específica de acceso. Vamos, que los filtros que hay que pasar ni son pocos, ni son sencillos de superar. 

Por si eso no fuera suficiente, una vez se acaba la carrera y entras a formar parte del mundo laboral, es el Director del Centro Educativo correspondiente el que te selecciona como trabajador. 

Los números hablan por sí solos: solamente el 10% de estudiantes aspirantes a entrar en la carrera docente reciben la ansiada carta de aceptación. Pero voy a ir a más, porque hay otro dato que se desconoce... Resulta que en el acceso general a la Universidad, el porcentaje de alumnos que habiendo terminado el bachillerato consiguen una plaza para cursar estudios universitarios es de un 20%. Significativo, ¿no?

El otro día encontré un artículo de un blog donde una madre inmigrante allí en Finlandia comentaba cómo su hija mayor no había conseguido acceder a la Universidad. Hizo varias pruebas de acceso en varias universidades y no consiguió entrar en Medicina (junto con Educación, de las más restrictivas: solamente un 5% lo consiguen. Repito, un 5% de entre todos los que lo solicitaron, dentro de ese 20% que logra ser universitario). Resulta que probó otra vez al año siguiente y consiguió entrar en una universidad de Suecia y todo el mundo superfeliz. Es decir, que tuvo que irse a estudiar a una universidad de otro país, después de hacer pruebas en varias facultades de universidades de varios países durante dos años. ¿Os imagináis esa situación aquí?

Pues ahora os invito a realizar precisamente ese ejercicio de imaginación y trasladar este modelo a España. Para facilitar la práctica, planteo solamente tres preguntas guía:

1ª ¿Os imagináis que solamente el 20% de los aspirantes consiguieran entrar en la Universidad?
2ª ¿Podéis pensar en que haya que pasar 3 pruebas además de la nota de corte de Bachillerato para que éste sirva como acceso a la Universidad: méritos, entrevista y examen?
3ª ¿Sois capaces de intuir lo que pensaría la gente si a los docentes los seleccionara el Director del Centro Educativo de turno? 

Yo me hago a la idea... y la verdad, mis cábalas no son demasiado halagüeñas. Recuerdo, esto es España... y lo único que escucho en mis pensamientos son cosas del tipo:

- ¡Qué vergüenza! ¡Impiden a mi hijo estudiar lo que él quiere!
- ¡A otro país! ¡Mi hija se ha tenido que ir a otro país a estudiar!
- ¡Esa ha aprobado porque es una enchufada!
- ¡Cómo si no fuera suficientemente duro el Bachillerato!
- ¡A ése le han contado el voluntariado en Cáritas! ¡El de la Universidad es un fascista ultracatólico!
- ¡Todos a la calle a manifestarnos! ¡Desobediencia ciudadana!
- ¡El Director ha seleccionado a un familiar suyo!
- ...

Aunque Finlandia no sea la utopía educativa, ni mucho menos, me produce una envidia brutal porque conjuga dos aspectos en los que creo firmemente: por un lado las metodologías activas y cooperativas de aprendizaje, basadas en proyectos, en investigaciones y en la resolución de problemas. Por otro lado, en premiar la cultura del esfuerzo. Y estos dos principios tan sumamente básicos y que conviven con total normalidad en Finlandia, aquí en España son dos extremos completamente enfrentados. 

Lo que más me sorprende de todo es defender un programa que no se conoce. Me he encontrado con docentes hablando de lo fundamental que es importar el modelo finlandés sin saber si quiera cómo es su trabajo en clase. Es más, dudo mucho que la mayoría de esos docentes hubiera podido acceder a la carrera educativa allá en Finlandia, entre otras cosas porque no han colaborado con ningún asunto social en su vida o porque todavía escriben en la pizarra los números de los ejercicios que deben hacer los alumnos, con sus respectivas páginas, y les comentan que ellos estarán en su mesa para solucionar dudas. Mientras las esperan (las dudas) tendrán tiempo de chatear via whats app o telegram.  Que para eso aprobaron su oposición o consiguieron su puesto en la empresa privada...  Por cierto, que me lo dejaba en el tintero: a los educadores finlandeses se les evalúa cada tres años ¡Dónde estarían los docentes de este párrafo en Finlandia!

Por todo esto, en España hace falta una profunda revolución. Quizás se podría empezar controlando que se estudie básicamente lo mismo en todo el Estado. Especialmente porque si después los estudiantes tienen prácticamente los mismos derechos en universidades de toda España, parece bastante coherente que tengan los mismos conocimientos previos y que sean evaluados según un sistema lo más objetivo posible. A la vista está que los 18 sistemas de Educación que tenemos hoy en día no hacen que haya más igualdad, sino todo lo contrario. Y así, es fácil encontrar a un alumno en Cataluña al que su profesor de Historia le haya dicho que probablemente Cristobal Colón era catalán y que en realidad su apellido era Colom y partió hacia Las Indias desde Cataluña (sin comentarios), y al mismo tiempo a otro alumno de Huelva, de la misma promoción que el anterior, que piense que era italiano, de Génova y que su viaje comenzó en el Puerto de Palos (fijaos que coincidencia: esto último también lo estudié yo).

En fin... ¿Qué vamos a esperar de España? Si no nos ponemos de acuerdo ni en las titulaciones deportivas... Si aprobamos, aunque sea de aquella manera, leyes educativas donde se dice de la importancia de 1 hora de actividad física escolar (que significa "en la escuela", por si hace falta aclararlo) y después se reduce su horario a 2 horas lectivas ¡¡¡en el desarrollo de la misma ley!!! Si los titulados en Ciencias de la Actividad Física y el Deporte nos congratulamos de la aprobación de la Ley del Deporte Andaluza, donde claramente se establecen los términos profesionales con los que uno se puede denominar (o autodenominar) y después nos presentamos como preparadores físicos sin ni siquiera haber terminado la carrera...  ¡Cómo vamos a esperar que se ponga de acuerdo un colectivo tan grande como el docente! Por eso, cuando oigo que habría que dejar la Educación en manos de los docentes, me pregunto: ¿De cuáles? ¿De los del whats app o de los utópicos? ¿De los de las metodologías activas o los de la cultura del esfuerzo? 

Todo es muy duro. Habrá que seguir luchando por recuperar un norte educativo que perdimos hace mucho tiempo. Y al que apueste por Finlandia que lo haga, pero con todas sus consecuencias... Porque un modelo que funciona con familias que son prácticamente trilingües (finés, sueco e inglés) difícilmente funcione bien en un país que, teniendo 4 idiomas oficiales/cooficiales, su conocimiento suscita más odio que simpatía.Illiterate que dicen los anglosajones. Incultura lo voy a llamar yo... por no decir analfabetismo. Educativo, deportivo y lingüístico.

En fin... la toalla no la tiro... Simplemente espero que las próximas generaciones tengan más fuerzas o más capacidad que yo. Porque no hay soluciones fáciles ni mágicas, y pensar que se puede seleccionar lo mejor de un modelo para importarlo, pero desechando lo que no nos gusta (que bien pudieran ser efectos secundarios irrenunciables y, ojo, a veces hasta deseables) nos lleva al simplismo y al desastre. 

Arrieros somos. 

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