domingo, 21 de junio de 2015

¿Y quién vigila a los vigilantes?


El comunicado de la selección femenina de fútbol es de traca.

Normalmente cuando el río suena, agua lleva... Y aquí está claro que pasa algo. Pasaba cuando hubo denuncia a la seleccionadora de natación sincronizada y seguramente pasará ahora. Aunque el tema en cuestión de la polémica sea muy diferente (al menos hasta donde yo, o el público en general, sé o sabemos).

Claro, que esto es España y uno no sabe de quién se puede fiar y de quién no... Yo en este caso me voy a mojar y rompo una lanza en favor de las jugadoras. 

"Puedes engañar a algunos todo el tiempo. Incluso puedes engañar a todos algún tiempo. Pero no puedes engañar a todos todo el tiempo". Dicen que lo dijo Abraham Lincoln. Completamente de acuerdo.

Llega un momento en el que el trabajo de otros "te salpica". Y lo hace porque, si tú trabajas menos de lo que debes, quedas en evidencia. Quizás cada uno tenga un volumen y/o calidad de trabajo máximo que puede realizar por una simple cuestión de capacidad. Quizás no sea un problema de capacidad, sino de simple desconocimiento. Desde luego, la combinación de la falta de capacidad con el desconocimiento sería un desastre, por la presumible mediocridad del resultado, pero llevaría a que el entrenador tuviera la conciencia tranquila (es el único efecto positivo del desconocimiento, que ya es bastante). En cambio, conocer tu tarea como profesional y no llevarla a cabo por falta de capacidad te lleva a un camino diferente.

Ser consciente de esa falta de capacidad para hacer lo que debes puede llegar a ser complicado. Normalmente te lleva a dos tipos de actuaciones. Una, como decía antes, es cerrarse en banda. Total, esto es España y es deporte femenino. Lo normal es que nadie se dé cuenta. Ojo: esto pasa en todos los deportes, así que no es un mal endémico futbolístico. Lo mismo sucede planificando mal un Mundial de fútbol que diseñando un ataque contra zona patético el último día de concentración, sin ver lo que funciona y lo que no, antes de un campeonato de baloncesto. El talento de las jugadoras muchas veces te salva del ridículo. Otras, por suerte, no.

También te puede llevar, por otro lado, a buscar ayuda. Si ves que no llegas a lo que debes, quizás debas pedir ayuda, compartir responsabilidades y obviamente méritos. Puede ser que sea una percepción mía personal, pero para mí que a la gente le va más la otra vía. Sí, la de esconder las vergüenzas. Esto es España: nos suele ir más el estar a la defensiva.

Ahora bien, a veces también entra en juego la cuestión volitiva: "Sé lo que tengo que hacer, pero es muchísimo trabajo y... bueno, quizás el resultado sea el mismo". A lo peor, incluso quitando la parte final. Vamos, que puede ser que se dé por bueno lo conseguido hasta ese momento y con eso le valga al que toma las decisiones. Conformismo. Mal amigo de los grandes resultados. 

El problema es que sí ya sabes lo que tienes que hacer y no lo haces, entonces estás peor que al principio. 

El verano pasado se pidió la dimisión de Juan Antonio Orenga públicamente. La repercusión del Mundial de España de baloncesto masculino provocó un juicio público masivo. Cánticos en pabellones, redes sociales echando humo... Y las declaraciones del ex-seleccionador que ayudaron bien poco. Y la gente iba a más: pedía responsables deportivos, pero... ¿Quién vigila a los vigilantes?

El asunto de ahora tiene, desde mi punto de vista, muy poco arreglo. Y es que, si hasta en la Delegación Federativa de la provincia más pequeña encuentras luces y sombras, ¿qué no vamos a encontrar conforme subimos escalones? Porque para mí que, arriba del todo, da muy poca luz y los vigilantes están muy a la sombra, tranquilos e imperturbables... porque no los vigila nadie.